SOCIEDAD CASTELLANO LEONESA DE ALERGOLOGÍA E INMUNOLOGÍA CLÍNICA
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ALERGIA CUTÁNEA


La piel es un órgano donde se manifiesta la mayoría de las reacciones alérgicas. Las dos lesiones más frecuentes observables en la piel de los pacientes alérgicos son el habón (o roncha) y el eccema. Cuando los habones son varios, la afección se denomina urticaria. Hay que saber, no obstante, que la urticaria no se debe en muchas ocasiones a una reacción alérgica. El eccema está formado por pequeños granitos con descamación, que producen mucho picor y que pueden estar provocados por diferentes sustancias, como en el caso de la alergia a la bisutería, tan frecuente entre la población. El eccema denominado dermatitis atópica es frecuente en niños con antecedentes alérgicos en la familia, y es una forma precoz de manifestarse en la piel la enfermedad alérgica. La luz solar también es responsable de enfermedades alérgicas, bien directamente o bien por las cremas que nos aplicamos para protegernos de la radiación solar.

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Es un cuadro clínico cutáneo, manifestación de una reacción inflamatoria, que se caracteriza por presentar vesículas rojizas y exudativas, que dan lugar a costras y escamas en diferentes etapas evolutivas.

Como primera manifestación de la inflamación cutánea, la piel aparece enrojecida e hinchada. A continuación se desarrolla una serie de pequeñas vesículas agrupadas con un contenido líquido. La piel parece hervir, significado etimológico de la palabra eccema, que procede del griego y cuyo significado es ‘ebullición’. Posteriormente, las vesículas se pueden romper y dejar fluir un contenido pegajoso que llegará a formar costras al secarse. Esta evolución suele ocurrir en días y la denominamos forma aguda.

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La dermatitis atópica (DA) es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, que se caracteriza por lesiones eccematosas de distribución característica, piel seca y picor intenso. La DA es benigna pero puede llegar a alterar mucho la calidad de vida. Actividades como el sueño, trabajo y estudios se ven afectadas.

El curso fluctuante de la enfermedad hace que períodos libres de síntomas se sigan de exacerbaciones de la enfermedad más o menos intensas.

Se trata de una enfermedad bien definida por los síntomas clínicos, que hasta en un 80% de los casos se asocian a enfermedades atópicas (asma bronquial y rinoconjuntivitis), y en la que intervienen tanto factores constitucionales —como una mayor sensibilidad inmunitaria y alteraciones genéticas—, como multitud de factores de exposición que ayudan a mantener y exacerbar los síntomas. En algunos casos (no en todos) es posible demostrar la existencia de una alergia a uno o varios alimentos o a otros alérgenos (ácaros del polvo doméstico, epitelios de animales, etc.). Sin embargo, en un 16-25% de las DA no se hallan enfermedades atópicas y tienen niveles bajos de IgE. En este caso, hablaremos de síndrome de dermatitis/eccema atópico no alérgico (nonallergic AEDS).

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La luz emitida por el sol, imprescindible para la vida, es una energía de radiación electromagnética que comprende, fundamentalmente, los espectros ultravioleta, visible e infrarrojo; aunque también están presentes longitudes de onda más cortas (radiaciones ionizantes) y mucho más largas, como microondas y radiofrecuencia (véase tabla 1). La luz se modifica por su paso a través de la atmósfera, por lo que la radiación que alcanza en la superficie terrestre está compuesta en un 56% por radiación infrarroja, que provoca el efecto calorífico; un 39% por luz visible, y un 5% por radiación ultravioleta, responsables de las acciones biológicas. Afortunadamente, las radiaciones ionizantes, incompatibles con la vida, no atraviesan la capa de ozono.

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El término urticaria se refiere a un grupo de alteraciones de la piel que cursan con una erupción cutánea consistente en ronchas o habones que generalmente se extienden por toda la superficie corporal, y se acompañan de intenso picor. De forma característica, un habón tiende a desaparecer en varias horas y no deja ninguna lesión residual en la piel.

El término urticaria proviene del latín Urtica, que significa ‘ortiga’. Esto es así porque las lesiones son idénticas a las que se producen en la piel tras el contacto con la ortiga. Esta planta la provoca por la liberación de una sustancia presente en sus hojas denominada histamina. Dicha sustancia es la misma que segregan unas células de la piel denominadas mastocitos que, junto con otras sustancias también liberadas, son las responsables últimas de las lesiones que observamos en la piel.

Es interesante puntualizar que esta liberación de sustancias por parte de las células de la piel puede producirse por múltiples causas, entre ellas una reacción alérgica, pero muchas veces se activan por causas no alérgicas y que, en muchos casos, no llegamos a descubrir.

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